sábado, 27 de octubre de 2018

LA MEMORIA DEL PERDON

2013: Siento que lo más valiente que he hecho en mi vida fue sobrevivir cuando lo único que deseaba era morirme, me costó varias semanas encontrar las fuerzas para ir a tu encuentro sabiendo que esta vez no me esperarías con esa maravillosa sonrisa, ni me envolverías en ese abrazo que por 20 años fue mi lugar en el mundo. Era tan grande el dolor y la rabia por no haberme quedado un poco más contigo esa noche, que no tenía fuerzas para enfrentar otras circunstancias adversas que no se hicieron esperar; entonces deseé haber muerto contigo de la misma manera como habíamos vivido, luchando hombro a hombro por una vida soñada que terminó en pesadilla.
Pensaba que nada en el mundo podría ser peor y estaba equivocada, lo peor vino después, traicionada por personas en las que confié y confiaste, que mientras apenas lograba atender algunas cosas, destrozaban lo que habíamos construido con tanto esfuerzo, entonces me di cuenta que lo peor estaba por llegar y me rendí.
Puse en una maleta unos pocos recuerdos tuyos y me fui al sur para alejarme de toda esa porquería, ¿para sobrevivir’, ¿para huir?, ¿para buscar un lejano y obscuro lugar donde lamer mis heridas… o suicidarme?... ya no importan las razones… a lo que sea, “sobreviví”.
No es sano mencionar hoy lo que habría hecho diferente, pero diré lo que no haré en lo que resta de mis días... no dejaré que seas olvidado, en un país que siembra cuerpos no le daré gracias al cielo por tener una tumba a donde ir a sembrar mis lágrimas, no mendigaré justicia, no confiaré en esas manos que sobre mi hombro intenten consolarme , no permitiré que el dolor vuelva a ser más fuerte que mi voluntad y finalmente nada ni nadie volverá a silenciarme ni a inmovilizarme, pues no soy ni seré jamás una víctima.

2014. Ya había pasado un año de tu muerte y regresar a Cartagena seguía siendo sumamente doloroso, logré concretar a pérdida algunos asuntos que dejaste pendiente, ya no tendría que volver a nuestra oficina, revisar tus libros, recorrer tu letra con mis dedos; desprenderme de todo fue cerrar una vida. Ese enero fui a cabalgar por última vez en tu caballo, crucé con él el amanecer y me fui despidiendo de cada paisaje en el que nunca más te podría encontrar... ni encontrarme.
Pienso y pienso y pienso y pienso en nuestra historia que pudo ser perfecta, pero en la vida existen demonios de carne y hueso, gente maldita, como plagas invaden y devoran la vida de quienes logran el bienestar y la felicidad que ellos por sus propios medios nunca podrán alcanzar. Eso nos pasó… llegaron a nuestras vidas y fuimos tocados por su envidia, caíste en sus juegos, fue como meternos en un charco lleno de sanguijuelas y no te diste cuenta, quise que lo vieras por ti mismo y luego fue demasiado tarde. Esos miserables de alguna manera movieron los hilos de nuestros destinos y al final fueron ellos los verdaderos artífices de nuestras desgracias, con su envidia, con sus trampas, con su hambre…
Debí detenerte, pero nunca te impuse nada ni te corté las alas porque quería que fueras feliz de cualquier manera; al final de lo único que no me arrepiento es de haberte consentido tanto. Todos decían que te mal acostumbré, que acolité demasiado todas tus decisiones, no estuvo mal hacerlo aun si nadie lo entendía; puedo decir que se me dio la gana de que vivieras con intensidad… y lo supe… te hacia feliz, y no sabes eso cuanto consuela.
Hoy siento que a cambio me diste el regalo más grande…la oportunidad de vivir cuando esa noche insististe que me fuera, tu persistencia salvó mi vida. De haber muerto contigo no habría conocido el sur maravilloso, su gente, sus colores, sus sonidos y sabores; dio un nuevo sentido a mi vida, aislados del mundo por el majestuoso río Magdalena quien logró cautivar mi espíritu, otra Colombia adonde solo parece llegar el olvido, pero donde no solo logré distraer mi angustia, también encontré tu hermosa sonrisa en la sonrisa de muchos niños de pies descalzos, había tanto por hacer que entendí que ese era mi destino y que allí aprendería a recordarte con alegría más que con dolor y rabia.
Mi lealtad a tu memoria no tiene fecha de caducidad, no se enmohece ni se arruga con los años, tampoco se desvanece con la compañía, ni con la felicidad… Por el contrario, refuerza mi empeño de sostener tu recuerdo, en atesorar como un legado cada cosa que aprendí de ti y aferrarme más al compromiso de buscar respuestas para ti mi ángel… 20 años es una vida, pero no fue que 20 años de mi vida se fueron contigo, fue que 20 años de la tuya se quedaron conmigo… de eso se trata.

2015. A dos años de tu muerte y antes de lo planeado, bajo amenazas partí del sur de vuelta a Cartagena y a la vida que había pretendido dejar atrás; bendito y afortunado regreso, justo a tiempo para atender a mi madre enferma y algunos asuntos tuyos que requerían mi urgente atención. Oh sorpresa descubrir que mi duelo estaba intacto, lo había puesto en pausa durante 2 años y debía enfrentarlo por fin.
Descubrí con los días que dolían algunos lugares, momentos, olores y sabores… La agorafobia se apoderaba de mí en los ocasos y se desvanecían bien entrada la mañana, ataques de terror y ansiedad se turnaban para invadir mi mente en cualquier momento y lugar, pero había tantos pedazos de nuestra vida rota por volver a armar, que me adapté sin saber cómo ni en qué momento. Cartagena sin ti era como una ciudad desconocida y fantasmal, tuve que ponerme en la tarea de redescubrirla y aprender a aceptarla, a padecerla y de alguna manera también a disfrutarla nuevamente.
Recorría  sus calles buscando entre la gente un rostro inolvidable que empañaba el tuyo, la de un hombre sin nombre congelado en mi memoria y quise saber si era real o lo había magnificado por el horror de aquella noche. Así que busque la fuerza para volver a revisar las imágenes de la cámara y reencontrar el rostro frío de quien apagó tu vida, sus pasos hacia ti, su mirada de hielo; todo fue tan rápido, se apagó tu luz, después el caos, el morbo de la gente, cada movimiento de aquella jauría de hienas robando lo que estuviera a su alcance, tu fría soledad y no estuve ahí para abrazarte; pero Dios mide nuestras fuerzas y nos coloca cargas de acuerdo a nuestra fortalezas.
Esa noche pensaba que no estaba preparada para vivir sin ti, pero sigo en pie y llena de sueños, aunque no era este el final soñado para nuestra historia, imaginaba que algún día te cansarías de todo y nos iríamos a algún lugar fuera de la ciudad para envejecer juntos, rodeados de árboles, flores, caballos, gallinas, loros, una vaca y mis perros, viviendo de la naturaleza, disfrutando de los ocasos y los amaneceres, cuidándonos como siempre… pero se torció el destino y te fuiste con apenas 43 años y una vida por vivir.
Durante este año casi siempre te recordé con alegría, mi memoria selectiva decidió quedarse con lo mejor de ti y encontré en la escritura una forma de desdibujar la tristeza, así conjuro tu nombre y casi puedo sentirte leyendo sobre mi hombro, aunque ya no recuerdo tu olor. Qué difícil es mantener viva tu memoria en un país que ha elegido el olvido una y otra vez cariño… bien lo dijo Benedetti: "el olvido está lleno de memoria que a veces no caben las remembranzas y hay que tirar rencores por la borda; en el fondo el olvido es un gran simulacro, nadie sabe ni puede, aunque quiera, olvidar…un gran simulacro repleto de fantasmas"

2016. El 23 de enero del 2013, dos hombres jóvenes entraron a un establecimiento comercial en la ciudad de Cartagena, siendo exactamente las 7.19 de la noche; en 9 segundos uno de ellos disparó en dos oportunidades contra un joven e indefenso empleado, padre de dos niñas, dejándolo en estado de cuadriplejia con apenas 25 años. Posteriormente disparó contra el propietario, poniendo fin a la vida del hombre que por 20 años fue mi compañero. Al día siguiente los diarios locales reseñaban este crimen describiendo a mi José como un hombre bueno y trabajador, sin antecedentes penales, a quien todo el mundo apreciaba por ser una persona amable y honesta.
El crimen quedó registrado en las 3 cámaras de seguridad del establecimiento y sin embargo hoy, tres años después, las causas de este hecho siguen siendo una incógnita. Ciertamente él era un hombre honesto, devoto, trabajador, sencillo y de buenas costumbres; no fumaba, no consumía drogas, no tenía deudas, ni pleitos pendientes con nadie; tenía sus demonios como cualquier ser humano, pero su hermosa sonrisa y su carisma lo superaba todo.
Con sudor y mucho esfuerzo logramos materializar en pocos años nuestros sueños de una vida cómoda que nos permitiera vivir de cierta manera, éramos un equipo incansable y eso nos dio buenos frutos, pero también nos hizo blanco continuo de robos, estafas y extorsiones, en un país donde la pereza y el facilismo aunado a las injusticias sociales y las desigualdades, son caldo de cultivo para la delincuencia, el juego sucio, la envidia y la maldad.
Por experiencias amargas del pasado, no confiaba en las instituciones, cuando todo iba mal, solía enviarlo de viaje por unos meses y me quedaba sola resistiendo las tormentas sin importar los riesgos, pero con la tranquilidad de saberlo a salvo. En los últimos años todo parecía en calma, intentábamos a toda costa recuperarnos, pero no fue así; al regreso de uno de mis viajes encontré a un hombre decaído, estresado, acorralado, intentando fingir estar bien; mi instinto lo supo, estaba pasando otra vez, esa nube oscura volvía a cernirse amenazante sobre nosotros. Hice lo de siempre, tratar de protegerlo, pero esta vez no quiso marcharse, dormía muy poco, no se alimentaba bien, a veces yacía indefenso en posición fetal, entonces me abrazaba a su espalda con tristeza e impotencia; me volví su sombra dispuesta a no dejar que nada lo lastimara; abandoné todas mis actividades para acompañarlo día y noche, pero ese día algo surgió, insistió que fuera al centro comercial, me despidió con un abrazo silencioso… "y pasó".Hoy, tres años después, uniendo las partes del rompecabezas deduzco que si bien existía un riesgo y que debíamos vender y partir, no sabíamos que un personaje determinante y siniestro se sentaba cada día en su oficina al otro lado de la pared dispuesto a no perder… AHORA LO SE.
Lo que más duele y a lo que hago resistencia, es aceptar que José pueda ser olvidado, irónico que para ser rememorado en los libros de la historia o debes ser extraordinariamente bueno, o extraordinariamente malo, pero él era un tipo común, silencioso, casi invisible, con un alma triste que solo yo conocía. A diferencia de lo que soy, él no se involucraba en manifestaciones, ni daba discursos, ni abanderaba luchas en defensa de nada ni de nadie; a cambio me apoyaba en todos mis causas sociales a favor de la gente vulnerable, así que eso también lo valida como un ser extraordinario aunque anónimo. Pero para el estado, José ya no es ni siquiera un nombre, es solo el numero de una lápida, de una estadística, de un registro, de un expediente, de una noticia criminal.
Los diarios no volvieron a hablar de él desde el día de su muerte, amigos, familiares y conocidos extrañamente lo mencionan, incluso su tumba no es muy visitada, así que publico fotos de ella, para recordarles que ahí yace un hombre noble que espera justicia.
Nunca he encendido cirios en su nombre, ni rezo por su alma, pero escribo sobre él como un homenaje al ser humano que fue, un niño grande, un caballo loco, un alma libre. José era su primer nombre, pero nadie lo llamaba así, ni siquiera yo, tenía un apodo de cariño o solían llamarle por su segundo nombre, pero no he podido volver a pronunciarlo porque siento que al hacerlo perturbaré su sueño.
Estos tres inviernos sin él han sido un viaje emocional indescriptible, durante un tiempo se conjugaron todas mis emociones, pero en este último año al lado de mi madre y mi sobrina Angélica he encontrado la paz y la serenidad que parecía inalcanzable, entre nuestras risas y locuras diarias intentando sortear el destino de mi madre, poco a poco se me ha ido desarmando el alma, supe que no hubiese podido salvarlo y dejé de culparme por no estar ahí, hice mi propio proceso interior de paz a pesar de la verdad y la justicia que nos ha sido negada; descubrí que no se pueden reparar las vidas que se han truncado, pero se puede reparar el tejido social de un país que cobró con sangre los errores del estado y le apostó al silencio y al olvido. Veo en cada niño la posibilidad de salvar otras vidas, haciendo de ellos ciudadanos de bien que no sean presa fácil de las bandas delincuenciales, para que el sicariato no sea para ellos una opción de vida, que mejor manera de honrar y perpetuar su nombre y que sea ese el final feliz de nuestra historia compartida... poder salvarlo del olvido ya que no pude salvarlo de la muerte.

2017: 4 años han pasado...1456 días de una ausencia que me envuelve entre la gente, durante este año te he pensado menos, pero te he soñado más; en mis sueños te veo partir, siempre de prisa y sin mirarme, como si presintieras mi angustia, temiendo tu adiós. Te he pensado menos, pero te he extrañado igual, los días pasan de prisa con la certeza que al llegar la noche, cuando logre vencer el insomnio te encontraré en mis sueños. Te he pensado menos pero no es olvido, esa palabra no existe en nuestra historia, solo que en este año la vida me puso a prueba una vez más, y tuve que enfocar toda mi atención, mis fuerzas, mi cariño y mi ternura hacia mi madre, grande y hermosa madre, hoy que no está, en medio de un dolor indescriptible la imagino contigo, sentados sobre la misma estrella, iluminando cada uno de mis pasos. Como cada año, quise llevarte de flores, susurrar tu nombre al viento frío del amanecer, pero me encuentro en un punto medio entre dos tumbas y apenas si puedo respirar, cansa este dolor, siento que he vivido demasiado tiempo, pero es esta etapa del duelo donde nos suelen embargar pensamientos inútiles. Siempre he de tener presente que lo mejor ella y de ti vive en mí, y eso... es lo mejor de mí.

2018: Otros 364 días delirantes, un terrible  viaje emocional de adaptación a la ausencia de mi madre. Creí que el dolor físico superaría el dolor del alma, pero heme aquí, envuelta en algo que no puedo describir, sigo en caída libre en este abismo en el fondo del cual estas tú, mi madre, mi viejo... pedazos de mi vida. En este último año el estado nos ha reconocido como víctimas del conflicto armado, podría sentirme una más entre los casi nueve millones de víctimas en este país de mierda, pero algo no está bien en todo esto,  pues no fui, no soy ni seré jamás una víctima…soy una sobreviviente para la cual no hay ni habrá un camino de retorno. Del Estado espero justicia, esa verdad que no llega, la verdad silenciada, invisibilizada entre tantas otras. Siendo así,  ¿cómo se puede reparar lo irreparable? nada nos traerá de vuelta, porque la mujer que fui murió contigo…

1 comentario:

  1. Es algo tan doloroso pero siempre ay camino de Dios jamás se olvida 😭 pero siempre adelante

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