miércoles, 26 de noviembre de 2025

Cuando mis luces se apagan

Cuando vuelvo a casa y se apagan las luces escucho voces que no se silencian, eso que el paciente deja y el tiempo no borra.
Hay en mí un deseo de morir por un instante, de desplomarme en el silencio absoluto, donde solo mi corazón, lento y audaz, resuene al ritmo pausado de su latir cansado.
Existen realidades que no se apagan con un adiós, claman en ecos que desbordan la calma. Y mientras esas voces gritan en la penumbra, mi alma anhela la quietud de un refugio sin sonido, un espacio donde el ruido no perturbe la escucha, donde el dolor pueda reposar y nacer la esperanza.
Así me abrazo al silencio, no como olvido, sino como un acto vital y necesario. Un suave retiro para sostener el corazón, para volver a la batalla de ser faro y testigo. (Cuando mis luces se apagan... Señales de humo)

viernes, 14 de marzo de 2025

LOS COLORES DE MAMÁ

 Mamá es como un arcoíris de muchos colores que se matizan y diluyen en el sofoco de los días. Como unir palitos de plastilinas y descubrir tonos vibrantes que se entremezclan hasta ser solo uno. 

Ella nació con ojos grandes del color del tinto que sorbetea en las mañanas, pero a veces se tornan pequeños y aguaditos, enrojecidos como cuando se llora a un muerto, como cuando le ayudo a pelar cebollas o cuando despierto en la oscuridad de un sueño en el que un monstruo furioso salta de mis pesadillas a mi cama para destruir mi mundo.

La piel de mamá es canelita como la de la abuela, pero más lisita y sin arrugas, tibia como la leche recién ordeñada y suave como el satín. Me ha contado que es alérgica a los gritos, por eso a veces su piel cambia de tonos, se tiñe de formas verdecitas que poco a poco van tomando un color tornasoles hasta desaparecer. 

Los dientes de mamá eran blancos y perfectos antes de ir desapareciendo uno a uno, sin previo aviso y sin aflojarse como los míos. Han dado paso a una sonrisa de colmillos amarillos, oscura y mueca, con una forma extraña que le resta alegría y juventud.

El cabello de mamá se ha ido encaneciendo, pelo a pelo a perdido el brillo de otros años. Tres mechas es lo que le queda dicen. Se quedan en la escoba, en la almohada, en la rejilla de la ducha, en las fotos de otros años, en los recuerdos… como si nada sobre ella pudiera volver a crecer con el brillo de vida.

La sombra de mamá es cada vez mas pequeña, se ha ido encorvando sobre la tierra árida, como si le pesara la vida, como si una carga invisible la empujara al abismo de su silencio mientras su paso se vuelve más lento presintiendo el fin de un camino indeseado. 

Mamá me ha contado despacito y en secreto que una bruja le ha lanzado un hechizo destrozando todo a su paso. Entonces cuando aparece, papá y mamá se encierran a luchar contra ella hasta vencerla.  Cierran la puerta y me dejan fuera porque le gusta comer niñas y robarse su alma. Solo escucho los gritos de papá, el estropicio del combate, los sollozos y suplicas de mamá. Entonces grito fuerte, llamo a los vecinos que nunca responden, lloro con todas mis fuerzas hasta que todo vuelve a ser silencio.  Papá se queda dormido y mamá sale triste con nuevos colores en su piel.

Cuando papá se queda dormido y sus ronquidos salen por debajo de la puerta, se que todo ha terminado. Oigo un sollozo bajitico y no escucho respirar a mamá. Me quedo dormida tirada en el piso tratando de mirar por debajo la puerta, hasta que las manos frías de mamá me llevan de vuelta a mi cama. Siento su beso húmedo en mi mejilla, sus manos heladas, su abrazo sudoroso y la lluvia que cae de sus ojos sobre mí.

Bajo mi almohada guardo mis secretos, pesan, son más grandes que yo. Mamá tiene una maleta secreta en casa de la vecina, cada día va poniendo cosas nuestras para irnos un día a conocer el mar me ha dicho, pero nadie lo tiene que saber, ni siquiera papá porque es una sorpresa.  El otro secreto es que papá lo sabe… Solo quise verlo feliz y soñar con el subido en las olas.



domingo, 29 de diciembre de 2024

LA MUÑECA DE MAMÁ.

Las muñecas de mamá en su niñez eran de mazorcas seca, oscuro choclo, olote rancio... “ve tu pelá, ahí tenei tu niño dios”, así imagino a la abuela,  sin la ternura ni emoción del regalo que amanece al costado del cuerpo dormido, sin la sorpresa de la llegada del niño Dios y sin una caricia. Creo que mamá vivió hasta su adolescencia con la certeza de que Dios quiso a unas mas que a otras, que odiaba a los pobres o que de equidad nada sabia. Porque las muñecas de otras niña eran hermosas, porque la cena de la navidad de otros olía a una ricura y a un sabor que no conoció en esos años, pero que igual dolía a los sentidos, porque como dice la canción, Diosito santo tu la platica la repartiste muy mal repartida.

Fiel a la infame tradición, las otras muñecas de mamá fueron 5 hermanas y 3 hermanos que nacieron unos seguidos de otros desafiando la pobreza. No era un asunto de estado cortarle el chorro a la fábrica de bebes de los pobres ni era un asunto de estado que a la niña mayor se les vulneraran sus derechos para convertirla en niñera, cocinera, aseadora y cuidadora de la familia.  Duermete niña duermete ya o viene el coco y te comerá y te golpeará, y te cobrará cada misero plato de comida y te explotará... De esas generaciones aun hay  mucho que contar, pero duele recordar y abrir heridas.

Afortunadamente mucho antes que la vejez fuera un asunto de estado, mi madre se hizo niña y yo me hice tata de mi niña anciana, alimentando sus ganas ternura, de jugar a los pellizcos, de golosinear, de reir hasta llorar viendo por enésima vez el chavo del 8, de burlarme de sus lagrimas en cada capitulo de las telenovelas o de gritarle sinverguenza a cada  presidente de turno viendo las noticias. Juntas eramos chismozas de barrio, atracadoras de nevera, chicas con estilo uñas coloridas, canas caoba, perfumadas hasta en el ultimo recoveco del cuerpo... al fina eramos 3 hijas tratando de devolver en amor su enorme lucha por hacernos fuertes, rebeldes y autónomas a pesar de una epoca en que nuestros derechos y bienestar estaban sujetos a un hombre. 

Cuanto duele en la conciencia cada gesto, cada NO, cada ausencia, cada decisión de compartir con otros y no con ella estas fechas en las que debemos volver a casa y dar la espalda a la estupidez de unos años en que nos vendian una fiesta, un vestido, un trago y la falsa unión que nunca fue. Al final los roles se revierten, aunque para muchos tristemente lo viejo estorba, lo viejo hiede, pesa y cansa porque es carga muerta, mano de obra en decadencia, obsoleto y mustio. Pero en este carrusel de la vida y las generaciones de la estupidemia, a muchos se les olvida que viejos serán y que cada nueva generación aprende de la otra.  

Te busco en un cielo mutilado de luces... viejita gordita ¿y a donde carajo se fueron las estrellas que alguna vez contamos sentada sobre tus piernas a las afuera de tu Foster? 




    


 


jueves, 28 de noviembre de 2024

TENGO

 TENGO… 

Tengo un recuerdo tuyo rodando en mi mejilla. 

Tengo tu ausencia palpitando dolorosamente en el lado izquierdo de mi pecho. 

Tengo la indignación atrapada en un grito ahogado en un mar de indiferencia. 

Tengo miles de conversaciones murmurando en mis desvelos, trasnochando mis recuerdos. 

Tengo tantos besos congelados en la espera de tu amor ausente sin tiquete de regreso. 

Tengo tantas flores adornando tu silencio en ese espacio en el que ya no estas ni estaras. 

Mi alegría se fue a buscarte un día y no regresa, la espero en la misma esquina bajo un ár
bol marchito, en la misma mesa con un café que yace frio, en la misma almohada rancia de tu olor ausente, en la misma calle que ya no tránsito, en la misma iglesia con un cristo de palo, en el mismo tablero mudo de saberes, en el mismo patio barriendo hojas secas de olvido... 

Tengo un recuerdo tuyo rodando en mi mejilla. (Bani Amaya Salas… Señales de Humo)





lunes, 4 de noviembre de 2024

CANCER MI ENEMIGO INTERNO

 La primera vez que escuché hablar de cáncer fue entrando a mi adolescencia, la tía Viky anunciaba con voz temblorosa su diagnóstico y a partir de allí iniciaba la primera batalla por su vida. Aunque años después murió trágicamente por otras circunstancias, nuestra historia ha estado marcada por este enemigo interno. En el 2003 de visita en Valledupar, mi hermana puso mi mano en su pecho para que sintiera el enorme bulto que estaba creciendo en ella. Más tarde sabríamos a qué debíamos enfrentarnos. El diagnostico, aunque daba luces de esperanza, avisaba que estaba apenas a tiempo de salvar su vida. Y corrimos hacia Cartagena sin permitirnos sentir lastima ni culpa. Iniciando su primera quimioterapia, apareció en mi habitación sin un pelo sobre su cabeza. Me dijo “para andar colgando es mejor caer, no voy a estar recogiendo cabellos por toda la casa”.  Sentí envidia de su coraje, era yo quien lloraba y no dormía, mientras ella se armaba un nuevo look con varias perforaciones en las orejas, pantalones tipo pescador, camisetas, sandalias, pulseras de colores y tobilleras, rematado con una gorra tejida estilo jamaiquino para enfrentarse al cruel espejo y salir ilesa de si misma a pesar de...  Esa fue su estrategia de afrontamiento en su momento, el problema es que se quedó con ese estilo juvenil y no volvió a sus vestidos y tacones porque al final del camino algo cambia para siempre.

Meses después de un intenso tratamiento con radioterapias, quimioterapias y de una mastectomía radical, la sostenía frente al espejo para enfrentar la imagen de su cuerpo mutilado. Nunca olvidaré su expresión de terror y lo fría que se fue poniendo su piel hasta casi desmayar.  Lloramos esa teta por un día como si se hubiera muerto una hermana, pero al nuevo amanecer madrugamos a celebrar el milagro de la vida y la oportunidad de enfrentar unidas a ese monstruo.

Reconstruir su seno implicó un injerto de piel para cubrir el área sobre su prótesis, porque en los procedimientos obsoletos de la época, la mamografía produjo una hemorragia y la contaminación del área incluida su piel.  No era nada bello de ver, pero mi hermana decidió llamarla cariñosamente “mi teta biónica”.  Cinco años después, durante la última cita de control, un pequeño punto en la imagen diagnostica anunciaba nuevamente un resultado desfavorable, pero esta vez muy a tiempo.  En la fría Bogotá mi hermana caspa y yo despedíamos con alegría a su seno humano y le dábamos la bienvenida a la biónica 2.  Sin embargo, se nos hizo imposible escapar de las imágenes de horror que deja esta terrible enfermedad. Sentadas en la sala de espera del Instituto cancerológico, lo observado podría ser comparado con algunas escenas de la película Hombres de negro: cuerpos mutilados de manera que nunca imaginamos, lesiones tenebrosas, olores, fluidos, sonidos, la ancianidad y la infancia aferradas a su última esperanza de vida, la rampla de la muerte por donde evacuaban a los fallecidos…1,2,3,4… nuestro corazón compungido, la lagrima en resistencia, rechinar los dientes, sollozar en silencio… nuestra fe colgando de un hilo. Volvimos a casa como quien vuelve de la guerra, ondeando la bandera de la victoria, pero quebradas muy muy adentro. 

Siento hoy que aquello solo fue el entrenamiento para afrontar lo que se estaba destinado a ser, porque otras batallas dolorosamente las perdimos, el cáncer se llevó a la adorable tía Ana, a mi tío favorito, a una de sus hijas, a muchos amigos y amigas, a vecinas, compañeras de causas y a nuestra aguerrida madre. Demasiado dolor y rabia contra un enemigo interno que no pedimos y que no merecíamos, pero que nos tocó asumir con todo menos con resignación.

En 2019 accidentalmente descubrí un bulto en mi cuello, parecía ser mi turno, después de una cirugía y 3 biopsias, aunque benigno, asumí que viviría con un gen heredado. Trato de vivir en tiempo presente las palabras del oncólogo en la última lectura de resultados: “Ya con esta quedamos seguros que no era cáncer, pero iba a serlo, así que suelta lo que tengas que soltar, haz los cambios necesarios en tu vida y cógela suave.  No recuerdo si la cogí suave, pero hice cambios importantes, en su momento, renuncié al trabajo, convertí el duelo de mi madre en una inspiración para hacer arte, mejoré mis hábitos de vida, alimentación, deporte, salud mental, familia, trabajo, mi tour chibchombiano, dormir, reír y comprender que al final del día todo depende de mí.

 ¿Pero hasta dónde es suficiente soltar? Hace unas semanas, una pequeña mancha en mi mejilla me llevó a mi primera consulta dermatológica. En espera de la biopsia, miro en retrospectiva y puedo asegurar que en los últimos años he soltado hasta los chécheres viejos de mi pasado. Los fantasmas bajo mi cama deambulan errantes sobre las taruyas del rio.  He cambiado mis hábitos, hice de mi profesión una eterna travesía, de mi hogar un refugio de colores y tejidos, de mis silencios letras y de la nostalgia una inspiración. ¿En serio todo esto se trata de hábitos saludables? Nos venden fácil ese soltar y ser feliz como si se tratara de un calzón. ¿Es el enemigo interno esa culpa que nos endosan mientras nos envenenan con pantallas, contaminación, aditivos, aguas tratadas, smog, belleza artificial, juventud eterna, medicamentos, guerras, más mensajes de superación personal, de hábitos saludables, de tanta hijuemadre perfección, de tanta felicidad comprada?  Nuestra valía medida en términos de dinero, likes, poder, fama... “Al carajo”, 

Lo único cierto y que no nos enseñan al crecer, además de soltar, es escuchar a nuestro cuerpo, explorarlo hasta conocer cada lunar que nació con nosotros y cual apareció sin avisar… siempre hay una señal, sutil o no, , algo que cambia, un dolor tenue y constante, un color, un bultito, algo que no sana, una pequeña y constante molestia, un sangrado, algo que no estaba pero que apareció y se quedó con nosotros haciéndose costumbre o que desapareció y luego volvió para quedarse. 

Hoy para mi es un miedo a la vez nadando siempre hacia la orilla, mientras espero resultados voy hacia mis sueños. No dejo de intentarlo, es romperme y recomponerme, celebrar con humildad y prudencia mis triunfos, reír de mis fracasos, sacudirme de eso que creí que sería y no fue, volver a intentarlo, lograr lo imposible y hacer lo posible… porque el show ciertamente debe continuar.  (Bani Amaya Salas)



domingo, 13 de octubre de 2024

ANESTESIA

 ANESTESIA (Bani Amaya Salas)


ANESTESIA (Bani Amaya Salas)
Una historia que nace en las calles, escenario de supervivencia de seres humanos empujados al límite, los inaceptados, los de afuera, los durmientes de la calle. A pedro y su universo de piojos que, a diferencia de un país, nunca lo abandonan.
La mugre que se acumula en mi piel es mi armadura, mi anestesia, mi protector solar y camuflaje. El olor animal que emano es un escudo invisible, un repelente contra mosquitos y violadores, dragones de la noche acechando mi sueño, mi cansancio y mi traba. No siento el tiempo, no recuerdo, no estoy, no voy.  Soy un niño con alma de hombre viejo y sin una historia. Tal vez la mugre en mi cabeza a tapado mis recuerdos o los piojos los han devorado en su hambre, apagando cualquier sentimiento de un corazón que la lluvia ya había oxidado. No me quejo, el picor de mis piojos me recuerda que sigo vivo y que no estoy solo. Con ellos me confieso pecador, ratero, peleonero y perdedor; de ellos he comido cuando enfermo no he podido transitar, y a pesar de todo nunca me abandonan como otros, son familia, parceros, ñeros, compinches y escuderos.
No hay rostros por le cual sentir nostalgia, solo gritos, golpes, desprecio… un recuerdo fugaz de algo que fui o que soñé. Más allá de los vacíos del tiempo o la amnesia selectiva de una vida, no tengo un numero para contar mi edad con los inviernos desde que soy…  ¿Y qué soy? Para mi familia un desaparecido, para el estado un habitante de calle, para los expendedores de bazuco un cliente, para los militares un desechable; para los transeúntes un gamín, un contaminante en el paisaje, un obstáculo en la foto, algo no deseado que debe ser ocultado a la mirada inmisericorde de la ciudad. “No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad, ni porvenir y la mugre es mi color de identidad.
Se acerca la navidad con sus cientos de árboles iluminados sobre mí, en cada parque sonidos de luces navideñas, villancicos, campañas. El ruido del comercio, la risa de otros niños, los afanes de quienes compran la felicidad… jo ojo jo.  No significa nada, pero podré meterme de cabeza en esos regalos gigantes de cartón con los cuales disfrazan la ciudad, untarme de apariencia para volver a soñar con el niño que pude ser, con Pedro Pedrito, el nombre que me asignaron al nacer.  Pedro a muerto, mi reflejo en las vitrinas me muestra un ser sin alma, un misero animal callejero, aunque nací de un vientre, me alimenté de un pecho, crecí en algo llamado hogar y alguna vez también tuve una navidad, la navidad del pobre, viendo a otros comer, beber, bailar y reír.  
Mi casa ahora es gigante, llena de pasillos ruidosos, de habitaciones prohibidas, con muchos parques y plazas en las cuales habito. Mi cama de cartón es dura e infinita con sabanas de papel. Es mi almohada un pedazo de esponja rancia a la que cuido como parte de mis vienes más preciados, también un plato de icopor, una cuchara oxidada, dos suéteres viejos y zapatos remendaos. Es mi techo un cielo de nubes o de estrellas o de sol… brisa, fogaje, frio, lluvia fresca en mi piel, agua limpia pa’ beber solo del cielo me puede caer. Mi elixir un tarro de pegante que me anestesia de mi soledad, del rechazo, del miedo, de los recuerdos, de mi reflejo de las ventanas, de mí mismo y de ti.







domingo, 6 de octubre de 2024

MUJOMBRE... EL HOMBRE QUE NO FUI.


 MUJOMBRE… EL HOMBRE QUE NO FUI (Bani Amaya Salas)

Nací de un matriarcado y no por tradición, sino porque la vida de muchas mujeres de mi familia fue longeva y la de sus hombres demasiado corta. En otras como mi madre, las circunstancias potenciaron su capacidad de supervivencia, estructurando un carácter aguerrido para enfrentar en soledad todo lo que implicaba para su época ser cuidadora y proveedora de 3 chicas nada dóciles.   Gracias al universo tanta desdicha porque entonces como en la evolución de las especies, aprendimos a sobrevivir con autonomía, procurando no necesitar a un hombre más allá de la intimidad y el afecto. Por alguna razón que nunca pregunté, a mi empoderada madre la escuché contar sobre su anhelo de ser madre de un varón, la historia de sus desencantos en los dos últimos partos, por ese un varón que nunca tuvo. Después de que su primera beba falleciera por muerte súbita a los pocos meses de nacida, empezó un desfile de hembras. Luego de una pausa de 8 años esperando a un Rodolfito en honor a mi romántico padre Rodolfo Amaya Arias, vine al mundo.  Imagino esa torcida de jeta al verme, per ajá, la cigüeña me arboleó en una tarde de lluvia. Nací enojada, gritando con fuerza, pidiendo vía…  Fui toda una Rodolfita, su gran decepción, un sueño frustrado, un paquete sin carácter devolutivo. Entonces mamá decidió no continuar con la línea familiar de tener de tener 6 a 20 hijos buscando un hombrecito y conmigo se fueron esos sueños de tener un par de huevitos en casa. 

Fui creciendo escuchando esta historia más veces de lo que hubiese querido, era un recordatorio constante de su frustración. Todo lo que podía entender mientras crecía, era su preocupación por no tener quien heredara sus negocios, quien le hiciera el relevo como proveedora, y más importante, quien hiciera respetar la honra del trio de vaginas Amaya Salas. El día que papá se fue de casa empezamos a entender las consecuencias de no tener un hermano y el temor de nuestra madre se hizo realidad. Una mujer con 3 hijas, una casa inmensa, un negocio prospero, 8 empleados, un abuelo y un entorno hostil: Recuerdo una noche la lluvia de piedras sobre nuestra casa, acoso, hostigamiento, señalamientos, robos, burlas… éramos como carne fresca para la jauría. Poco después de apagar las luces, hombre borrachos patearon la puerta y gritaron, “nos vamos a meter y nos las vamos a  “comer”  a todas”. Risas… yo temblaba de terror, imaginaba en mi inocencia, a caníbales forzando la puerta para comernos. Mamá impasible, estuvo despierta frente a la puerta con un enorme cuchillo, dispuesta a hacerse matar. Mis hermanas siguieron roncando, pero yo no dejé de mirarla hasta que una hora después volvió a su habitación y yo a mi insomnio hasta el amanecer. Desde esa noche ella hizo la diferencia en mí, su coraje para defender su territorio y a su manada se convirtió más que un modelo a seguir, en un propósito contante hasta hoy y siempre.  Qué zapatos difíciles de llenar, porque fue hasta su muerte una matrona sin miedo a nada, un roble o un muro de hormigón, una voluntad inquebrantable. Aunque en el fondo era una niña huérfana de padre, con falta de atención y cariño o simplemente una madre con miedo al mañana incierto. 

Pocas veces volvió a hablar sobre sus deseos de un hijo, pero su mirada de resignación hacia mi tuvo su efecto. Durante mi niñez y adolescencia me vi forzada a ser y hacer lo que fuera necesario para hacerla sentir satisfecha con mi existencia, y aunque nada parecía ser suficiente, al final de la vida fuimos todo lo que siempre soñó, la viva imagen de ella misma, de su valor, coraje y determinación.  Mamá siempre estuvo orgullosa de la belleza de mis hermanas mayores, pero de mí no decía tanto, me miraba una y otra vez tratando de descifrar a qué me parecía con esos cachetes, rasgos indígenas y un pedacito de nariz.  En consecuencia, me tocó ganármela a punta de buenas notas y mantener la casa ordenada.  Por un golpe del destino mi femineidad sobrevivió a las encaramadas en la paredilla y a los palos de mango, a jugar a ser Superman y lanzarme de los árboles con una capa de toalla y una pistola de juguete. Luego a los martillos, brochas y destornilladores para que me viera reparar cualquier chéchere o instalación en la casa, pintar paredes, disparar, proveer, proteger, acompañar, defender, afrontar la adversidad con valor, superar los miedos a ella.  

Años después nació mi primer sobrino y todas enfermamos de amor, un bebe color chocolate devolviéndonos la risa y la ternura. Entonces pasó lo impensable, un desfile de sobrinos y ya en el ultimo intento de mis hermanas… una beba para cada una fue el cierre de la fabrica de bebes. 

Al crecer e iniciar mi vida adulta, descubrí que no deseaba tener hijas y un gran temor a que se repitiera mi historia, entonces pospuse la posibilidad de ser madre hasta que fue demasiado tarde.  Hoy bajo la mirada del empoderamiento femenino comprendí que la feminidad no pelea con ninguna de estas capacidades y habilidades que en primera instancia hemos desarrollado por simple supervivencia. La idea del hijo en la familia como factor de seguridad, supervivencia y relevo generacional se ha ido desconfigurando, así como la idea de que competir con los hombres, ser iguales o mejores, buscar modelos que superen las expectativas de los demás, “al carajo”. Alguna vez una mujer campesina que admiro, se describió a si misma como una MUJOMBRE, al referirse a lo que significa ser mujer rural y sobrevivir sola a las circunstancias, la simbra y la cosecha, la venta de productos, enfrentar la sequía, la delincuencia, la soledad... La entendí desde su historia de vida, pero hace mucho deconstruí a la mujombre para ser simplemente Bani. 



viernes, 27 de septiembre de 2024

RESISTENCIAS


 

Hemos pasado por tanto y sobrevivido, que aun cuando las circunstancias nos llevaron al borde del abismo, aprendimos a ser o creernos "valientes". Que palabra tan poderosa si reconocemos el miedo y fragilidad de esos pasos para enfrentar a un enemigo silencioso y poderoso. Más de una vez atravesamos a tientas la noche más oscura, pero al final vimos con indiferencia la luz del nuevo amanecer porque perdimos lo que nunca quisimos perder. Conocimos el dolor pero perdimos cierta sensibilidad y volvemos a olvidar el valor de la vida. Debería ser lo contrario y vivir dando los cambios necesarios para proteger eso que le arrancamos de las manos a la adversidad mas de una vez, teniendo presente siempre esas otras en que perdimos porque no llegamos a tiempo o porque no lo vimos a tiempo. 

También he sido necia más veces de las que podría mencionar. Estoy lejos de controlar ese motor de impulso que me aleja de casa y de la seguridad para conocer e incidir en esas otras realidades. Es igual cuando olvidas cuidarte, cuando no cambias los hábitos, cuando no haces a tiempo lo que se debe o se tiene qué... No es lo de afuera sino lo de adentro, enfrentar los años no solo es cuestión de piel, comienza arriba en nuestro cerebro. Depurar lo que pensamos, a lo que resistimos o a lo que callamos. Porque los silencios no mueren en nosotros, los silencios nos matan como a ella. 

Siento que nos volvemos desagradecidas cuando no nos protegemos de lo que sea que tengamos que protegernos. Nuestra apatia es otra forma de despreciar el milagro de existir, de tener una familia o un hogar que no es lo mismo; alimentos sobre la mesa, el trabajo, los recursos para tener una vida digna, que es casi un milagro en la Colombia de hoy. Pienso ahora que para lo que ha de venir, tenemos la madera necesaria para seguir dando la lucha. No hay forma de devolver el tiempo y cambiar lo que hicimos u omitimos, pero empecemos por dejar de mentirnos y buscar las respuestas a nuestros dilemas personales ¿De quien o de qué huimos cuando trabajamos tanto? ¿De qué nos desentendemos cuando estamos horas y horas en la misma actividad no productiva? ¿Que vacio pretendemos llenar con nuestras compulsiones (Trabajo, limpieza, ira, comida, compras, redes sociales). La vida es eso que pasa mientras estamos distraidas de nosotras mismas. Ser valientes entonces es hacernos cargo aquí y ahora, sin excusas, sin después... Porque tal vez no habrá un después.

domingo, 22 de septiembre de 2024

Prevención de las violencias basadas en género, brindando herramientas para la vida y el goce de sus derechos, con niñas y adolescentes de la fundación Mercedes Ballesteros en Santa Rosa de Lima. Una oportunidad para un Bolívar más equitativo y seguro para nuestras niñas y adolescentes.