Hay en mí un deseo de morir por un instante, de desplomarme en el silencio absoluto, donde solo mi corazón, lento y audaz, resuene al ritmo pausado de su latir cansado.
Existen realidades que no se apagan con un adiós, claman en ecos que desbordan la calma. Y mientras esas voces gritan en la penumbra, mi alma anhela la quietud de un refugio sin sonido, un espacio donde el ruido no perturbe la escucha, donde el dolor pueda reposar y nacer la esperanza.
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