domingo, 13 de octubre de 2024

ANESTESIA

 ANESTESIA (Bani Amaya Salas)


ANESTESIA (Bani Amaya Salas)
Una historia que nace en las calles, escenario de supervivencia de seres humanos empujados al límite, los inaceptados, los de afuera, los durmientes de la calle. A pedro y su universo de piojos que, a diferencia de un país, nunca lo abandonan.
La mugre que se acumula en mi piel es mi armadura, mi anestesia, mi protector solar y camuflaje. El olor animal que emano es un escudo invisible, un repelente contra mosquitos y violadores, dragones de la noche acechando mi sueño, mi cansancio y mi traba. No siento el tiempo, no recuerdo, no estoy, no voy.  Soy un niño con alma de hombre viejo y sin una historia. Tal vez la mugre en mi cabeza a tapado mis recuerdos o los piojos los han devorado en su hambre, apagando cualquier sentimiento de un corazón que la lluvia ya había oxidado. No me quejo, el picor de mis piojos me recuerda que sigo vivo y que no estoy solo. Con ellos me confieso pecador, ratero, peleonero y perdedor; de ellos he comido cuando enfermo no he podido transitar, y a pesar de todo nunca me abandonan como otros, son familia, parceros, ñeros, compinches y escuderos.
No hay rostros por le cual sentir nostalgia, solo gritos, golpes, desprecio… un recuerdo fugaz de algo que fui o que soñé. Más allá de los vacíos del tiempo o la amnesia selectiva de una vida, no tengo un numero para contar mi edad con los inviernos desde que soy…  ¿Y qué soy? Para mi familia un desaparecido, para el estado un habitante de calle, para los expendedores de bazuco un cliente, para los militares un desechable; para los transeúntes un gamín, un contaminante en el paisaje, un obstáculo en la foto, algo no deseado que debe ser ocultado a la mirada inmisericorde de la ciudad. “No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad, ni porvenir y la mugre es mi color de identidad.
Se acerca la navidad con sus cientos de árboles iluminados sobre mí, en cada parque sonidos de luces navideñas, villancicos, campañas. El ruido del comercio, la risa de otros niños, los afanes de quienes compran la felicidad… jo ojo jo.  No significa nada, pero podré meterme de cabeza en esos regalos gigantes de cartón con los cuales disfrazan la ciudad, untarme de apariencia para volver a soñar con el niño que pude ser, con Pedro Pedrito, el nombre que me asignaron al nacer.  Pedro a muerto, mi reflejo en las vitrinas me muestra un ser sin alma, un misero animal callejero, aunque nací de un vientre, me alimenté de un pecho, crecí en algo llamado hogar y alguna vez también tuve una navidad, la navidad del pobre, viendo a otros comer, beber, bailar y reír.  
Mi casa ahora es gigante, llena de pasillos ruidosos, de habitaciones prohibidas, con muchos parques y plazas en las cuales habito. Mi cama de cartón es dura e infinita con sabanas de papel. Es mi almohada un pedazo de esponja rancia a la que cuido como parte de mis vienes más preciados, también un plato de icopor, una cuchara oxidada, dos suéteres viejos y zapatos remendaos. Es mi techo un cielo de nubes o de estrellas o de sol… brisa, fogaje, frio, lluvia fresca en mi piel, agua limpia pa’ beber solo del cielo me puede caer. Mi elixir un tarro de pegante que me anestesia de mi soledad, del rechazo, del miedo, de los recuerdos, de mi reflejo de las ventanas, de mí mismo y de ti.







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