La primera vez que escuché hablar de cáncer fue entrando a mi adolescencia, la tía Viky anunciaba con voz temblorosa su diagnóstico y a partir de allí iniciaba la primera batalla por su vida. Aunque años después murió trágicamente por otras circunstancias, nuestra historia ha estado marcada por este enemigo interno. En el 2003 de visita en Valledupar, mi hermana puso mi mano en su pecho para que sintiera el enorme bulto que estaba creciendo en ella. Más tarde sabríamos a qué debíamos enfrentarnos. El diagnostico, aunque daba luces de esperanza, avisaba que estaba apenas a tiempo de salvar su vida. Y corrimos hacia Cartagena sin permitirnos sentir lastima ni culpa. Iniciando su primera quimioterapia, apareció en mi habitación sin un pelo sobre su cabeza. Me dijo “para andar colgando es mejor caer, no voy a estar recogiendo cabellos por toda la casa”. Sentí envidia de su coraje, era yo quien lloraba y no dormía, mientras ella se armaba un nuevo look con varias perforaciones en las orejas, pantalones tipo pescador, camisetas, sandalias, pulseras de colores y tobilleras, rematado con una gorra tejida estilo jamaiquino para enfrentarse al cruel espejo y salir ilesa de si misma a pesar de... Esa fue su estrategia de afrontamiento en su momento, el problema es que se quedó con ese estilo juvenil y no volvió a sus vestidos y tacones porque al final del camino algo cambia para siempre.
Meses después de un intenso tratamiento con radioterapias, quimioterapias y de una mastectomía radical, la sostenía frente al espejo para enfrentar la imagen de su cuerpo mutilado. Nunca olvidaré su expresión de terror y lo fría que se fue poniendo su piel hasta casi desmayar. Lloramos esa teta por un día como si se hubiera muerto una hermana, pero al nuevo amanecer madrugamos a celebrar el milagro de la vida y la oportunidad de enfrentar unidas a ese monstruo.
Reconstruir su seno implicó un injerto de piel para cubrir el área sobre su prótesis, porque en los procedimientos obsoletos de la época, la mamografía produjo una hemorragia y la contaminación del área incluida su piel. No era nada bello de ver, pero mi hermana decidió llamarla cariñosamente “mi teta biónica”. Cinco años después, durante la última cita de control, un pequeño punto en la imagen diagnostica anunciaba nuevamente un resultado desfavorable, pero esta vez muy a tiempo. En la fría Bogotá mi hermana caspa y yo despedíamos con alegría a su seno humano y le dábamos la bienvenida a la biónica 2. Sin embargo, se nos hizo imposible escapar de las imágenes de horror que deja esta terrible enfermedad. Sentadas en la sala de espera del Instituto cancerológico, lo observado podría ser comparado con algunas escenas de la película Hombres de negro: cuerpos mutilados de manera que nunca imaginamos, lesiones tenebrosas, olores, fluidos, sonidos, la ancianidad y la infancia aferradas a su última esperanza de vida, la rampla de la muerte por donde evacuaban a los fallecidos…1,2,3,4… nuestro corazón compungido, la lagrima en resistencia, rechinar los dientes, sollozar en silencio… nuestra fe colgando de un hilo. Volvimos a casa como quien vuelve de la guerra, ondeando la bandera de la victoria, pero quebradas muy muy adentro.
Siento hoy que aquello solo fue el entrenamiento para afrontar lo que se estaba destinado a ser, porque otras batallas dolorosamente las perdimos, el cáncer se llevó a la adorable tía Ana, a mi tío favorito, a una de sus hijas, a muchos amigos y amigas, a vecinas, compañeras de causas y a nuestra aguerrida madre. Demasiado dolor y rabia contra un enemigo interno que no pedimos y que no merecíamos, pero que nos tocó asumir con todo menos con resignación.
En 2019 accidentalmente descubrí un bulto en mi cuello, parecía ser mi turno, después de una cirugía y 3 biopsias, aunque benigno, asumí que viviría con un gen heredado. Trato de vivir en tiempo presente las palabras del oncólogo en la última lectura de resultados: “Ya con esta quedamos seguros que no era cáncer, pero iba a serlo, así que suelta lo que tengas que soltar, haz los cambios necesarios en tu vida y cógela suave. No recuerdo si la cogí suave, pero hice cambios importantes, en su momento, renuncié al trabajo, convertí el duelo de mi madre en una inspiración para hacer arte, mejoré mis hábitos de vida, alimentación, deporte, salud mental, familia, trabajo, mi tour chibchombiano, dormir, reír y comprender que al final del día todo depende de mí.
¿Pero hasta dónde es suficiente soltar? Hace unas semanas, una pequeña mancha en mi mejilla me llevó a mi primera consulta dermatológica. En espera de la biopsia, miro en retrospectiva y puedo asegurar que en los últimos años he soltado hasta los chécheres viejos de mi pasado. Los fantasmas bajo mi cama deambulan errantes sobre las taruyas del rio. He cambiado mis hábitos, hice de mi profesión una eterna travesía, de mi hogar un refugio de colores y tejidos, de mis silencios letras y de la nostalgia una inspiración. ¿En serio todo esto se trata de hábitos saludables? Nos venden fácil ese soltar y ser feliz como si se tratara de un calzón. ¿Es el enemigo interno esa culpa que nos endosan mientras nos envenenan con pantallas, contaminación, aditivos, aguas tratadas, smog, belleza artificial, juventud eterna, medicamentos, guerras, más mensajes de superación personal, de hábitos saludables, de tanta hijuemadre perfección, de tanta felicidad comprada? Nuestra valía medida en términos de dinero, likes, poder, fama... “Al carajo”,
Lo único cierto y que no nos enseñan al crecer, además de soltar, es escuchar a nuestro cuerpo, explorarlo hasta conocer cada lunar que nació con nosotros y cual apareció sin avisar… siempre hay una señal, sutil o no, , algo que cambia, un dolor tenue y constante, un color, un bultito, algo que no sana, una pequeña y constante molestia, un sangrado, algo que no estaba pero que apareció y se quedó con nosotros haciéndose costumbre o que desapareció y luego volvió para quedarse.
Hoy para mi es un miedo a la vez nadando siempre hacia la orilla, mientras espero resultados voy hacia mis sueños. No dejo de intentarlo, es romperme y recomponerme, celebrar con humildad y prudencia mis triunfos, reír de mis fracasos, sacudirme de eso que creí que sería y no fue, volver a intentarlo, lograr lo imposible y hacer lo posible… porque el show ciertamente debe continuar. (Bani Amaya Salas)