Ayer sin conocernos, juntas, aferradas de las manos y del alma las unas de las otras, sollozabamos silenciosamente. Sentimientos encontrados para las víctimas de violencia sexual, escuchar a las otras relatar sus historias... Nuestra historia. Sentir el acompañamiento sororo en la tragedia es la hermandad en el dolor, la comprensión de lo que padecieron, padecen y padecimos en carne viva. Más allá de los procesos de superación del trauma, no todo lo cura el tiempo y las estrategias para el olvido. Escucharlas es escucharnos, las historias son el detonante de un dolor que subsiste y subsistirà, frío, perenne, de rabia, de asco, de miedo e indignación... Cómo esas cicatrices sencibles que al más mínimo roce estremecen y nos dejan sin fuerzas para respirar.. Imposible sanar si seguimos sumando historias y silencios, en un mundo perfecto nunca más tu cuerpo o el mío serían botines de guerra... Pero esta es Colombia y la horrible noche no sesa.
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