viernes, 20 de octubre de 2023

Los niños del Sol y de las sombras.

No conozco el hambre crónica producto de la injusticia social, pero sé  del olor amargo ácido de su aliento, el lenguaje de las tripas que conmueve y al mismo tiempo interpela... He sido atravesada  por esa mirada vacía que va  directo a la conciencia. Los niños del Sol, pensé en mi primer encuentro con esas realidades. Sus cabellos rubios producto de la desnutrición crónica, recorriendo los caminos rurales en busca de mangos en esos días de abundancia para alimentarse de este fruto. Otras veces de plátanos diminutos, alevinos de 10 centímetros o de cualquier alimento en medio de la nada. También conocí los niños de las sombras emergiendo de las profundidades de los socavones de las minas, cubiertos de polvo y hollín con pesadas cargas que amenazaban con deformar sus cuerpos. 
Pero la ternura sobrevive hasta en esos lugares al borde de la desesperanza y la sinrazón. No describiré las condiciones de algunos "hogares", ni la nada bajo esos techos de palma, palos, lata y carton. Conocí madres que deben elegir dar un poco de caldo o salsa  de lo que sea a sus criaturitas para que el padre pueda devorar la proteína y obtener energía para su lucha diaria. Familias que aceptaron que niñas de 12 años se organizaran con un hombre para que ese plato de comida alimente a los que quedan. Menores enfrentando la soledad, los peligros y la inclemencia del clima por los caminos que conducen a las sedes de las instituciones educativas, con la  esperanza de una ración de comida más que de aprendizaje. Mujeres y niños caminando  durante horas para recoger el mercado que regalan algunas entidades como si fuera oro, porque es poco rentable hacer el casa a casa en las zonas rurales. 
Busco una respuesta y pienso que tal vez el hambre cronica reduce las capacidades cognitivas y la toma de decisiones. Tampoco puede haber dignidad si hay hambre y olvido. 
Indigna que la población que habita y sobrevive en la miseria, idolatre a sus iguales porque aprovecharon las pocas oportunidades, alcanzaron un cargo público y otro, hasta llegar al poder para llenarse de billetes. Pero a esos pocos reyezuelos se les olvidó su origen y el pueblo que dejó tras de sí para vivir como riquillo y codearse con gente que se dice culta. Mientras, la población que juró proteger agradece con alegría la limosna que le dan con sus propios recursos, el de sus hijos e hijas, el de su dignidad y el de sus derechos negados. 
Valientes mujeres, adultos mayores y niños salen de sol a sol vendiendo en un puerta a puerta sus productos, saben que son pobres, pero agradecen caminar sobre el pavimento porque están convencidos que eso es progreso, peor aún, que se debe aplaudir al que cumple con su gestión, como si fuesen favores. Por otro lado están los títeres que hacen protestas y revueltas para desmontar y subir gobernantes sin entender que en el caos reina el desgobierno y se enriquecen esos otros sin conciencia. La amnesia selectiva que se impone cada 4 años, la mirada de asombro y alegría de la pólvora que se quema y no entiendes que lo que también se quema es el recurso de los programas de gobierno que se justifican con fotos y listas de asistencia. 
Nos olvidamos de cuántos muertos quedaron en los caminos, los falsos positivos que encarcelaron o diezmaron a inocentes para silenciar a la población, para silenciar la verdad o por despojo de acuerdo a intereses personales sobre la tierra y sus recursos. Puedo escuchar las voces pero esto no se trata de mi, es Colombia, no se en otras regiones pero está visión de la realidad es la misma en muchos lugares de la costa atlántica a los que he recorrido como funcionaría, como consultora, o como una caminante anónima buscándose a si misma. 
Aveces el cansancio alcanza hasta el alma, no por los largos recorridos a lo profundo de los territorios, sino de lo que se revela  detrás de cada paisaje. Es posible que un día yo desaparezca, e irónicamente se cumpla mi sueño de reposar bajo algún árbol. Pero somos lo que sembramos y aunque sé que lo que se siembra no siempre da frutos, si no lo intento los malos habrán ganado. No se puede sanar lo emocional con hambre y miseria, esa la perdí, pero estoy escribiendo

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